miércoles, junio 29, 2005

De mascotas y otros vicios.

Mi ordenador hace "purr purr". Como un gato, pero sin gracia al acariciarlo. Que conste que a veces le doy besitos, sobre todo cuando aparece ese mensaje personal de Bill Gates diciéndome que se ha recuperado de un error grave. El pobre pasa rachas de enfermedades, es muy sufrido. Ahora vuelve a purrpurrear.
Yo siempre quise un gato, pero terminé teniendo un ordenador de mascota.
Cierto es que tuve dos gatos antes de acabar jugando al solitario en mis ratos libres. El primero se escapó al mes cuando mi sádica abuela se quedó para cuidarlo. El segundo, mi siamés Gamera, terminó en manos de desconocidos gracias al savoir-faire de mi madre. Nunca se me dieron bien los animales. La culpa la tienen mis primos pequeños y sus astutos padres, que me convencieron cuando mi intinto maternal afloraba con los Nenucos para que cuidara de sus retoños. Después de haber enseñado a esas malas bestias las verdades de la vida -y después de que ellos me enseñaran sus verdades envueltas en pañales-, las ganas de maternalidades se me fueron. Esos desagradecidos aprendieron a leer y a colorear sin salirse de los bordes gracias a mí. Lo de las horas nunca se les metió en la cabeza, aunque supongo que a estas alturas de sus vidas habrán descubierto la genialidad de los relojes digitales.
Así que ahora no me atrevo a acoger un lindo siamés entre mis fríos brazos. Aunque una parte de mí se emociona con sus ronroneos, otra me dice que no castigue a ese ser peludo escupe-bolas y lo deje en la tienda.

¿Alguna vez habéis comprado algo por pena?

Yo volví a caer en la tentación, hace unos días, de engrosar el cuenco de monedas de la Nueva Tienda de Cómics Abocada al Fracaso (NTCAF, para abreviar). ¿Cómo sé que está a punto de quebrar nada más abrir? Sólo he tenido en cuenta los síntomas de decadencia de una tienda recién montada. Si veis que por vuestro barrio unos chavalotes se atreven a embarcarse en el negocio de los cómics, mangas, rol y demás etcéteras, empezad a pasar cuentas del rosario si:

- La tienda mide cinco metros cuadrados y sólo cabe una estantería.
- Los cómics y mangas expuestos llegan con tres meses de retraso.
- El merchadise y rol que anunciaban es meramente decorativo.
- Venden chapas de Austin Powers.
- Lo que más venden son las chapas.
- Los únicos clientes que ves por allí son, también, decorativos: amiguetes del dependiente con tiempo libre.
- El dependiente es un gafapasta estilo "quedada fotologger", pero sin gafas pasta: de cómics y etcéteras, ni idea.
- No se saben los precios.
- Te regalan chapas.
- Te hacen caso y se acuerdan de tu nombre con sólo haber comprado una miseria, una vez.

Y, sobre todo: no sabes qué comprar porque no hay nada que comprar, cuando normalmente no sabes qué comprar porque te quieres comprar todo. Es triste la vida de un comerciante de una NTCAF, pero así son las cosas. Chico, si por casualidad estás leyendo esto y sientes identificado tu negocio: no es personal

domingo, junio 26, 2005

Querido McDonalero:

Como heavy user que soy, me veo en la obligación, más que derecho, de exponer las penas que tristemente me habeis causado en esta corta semana. No quise desconfiar de vuestras inigualables estrategias de marketing cuando, hará un año ahora, quitásteis del menú el sano sandwich gabacho apodado McCroque. Seguí comiendo como una cerda cuando, aun desconfiando ligeramente de vuestro honorable sano juicio, comenzásteis a bajar el listón de los juguetitos Happy Mealeros. Continúo sin quejarme cuando, de vez en cuando, me derramáis un tanto de cerveza en la bandeja de plástico barato, cosa que odio y sin embargo aguanto estoicamente. Incluso cuando la semana pasada nos dijísteis que os era imposible servirnos una deliciosa Chicken Premiere -se os habían acabado los filetes, alegasteis- no fruncí el ceño más de lo necesario.

Pero esto ya pasa de castaño oscuro.

Tuve que frotarme mis delicados ojos para intentar ver, aunque imposible, las tranquilizadoras letras de la más maravillosa hamburguesa entre hamburguesas. Pero no, desgraciados explotados: la Chicken Premiere ya no está en vuestro menú. Aquel dulce, dulce bocado de dioses, ha sido eliminado al más puro estilo padrinesco. Mentecatos. Bastardos. ¿Qué comeré ahora? ¿Cómo saciaré mi acostumbrado organismo con vuestra basura?
Y, por si no fuera suficiente, habéis subido el precio de los menús de la noche a la mañana. Sin venir a cuento. Por el morro. ¿Acaso creéis que me interesan unos supersize que ni siquiera soy capaz de comer? ¡Zoquetes! ¡Quiero mis menús antiguos! ¡Quiero mi menú Chicken Premiere con cerveza mediana!


O, Chicken Premiere
Such a wonderful taste
Chopped lettuce and kind of barbeque sauce leak
Up a marvellous crispy chicken steak
I have to say that buying you is not a waste!
Swinging between slices of Focaccia bread
There's nothing of you I can dread
So wonderful a bite
That far from right
Makes you feel like in paradise!

Y no me hagáis creer que esos trozos rojizos chamuscados de la Crispy McBacon eran parte de algún animal. Se ve a la legua que quemáis plástico en los microondas industriales. Exijo la vuelta de la Chicken Premiere. Exijo dos raciones de Emanems en el McFlurry. Exijo que a la manzana la llaméis McZana. Exijo salsa barbacoa gratis para las patatas normales. Exijo juguetitos que no vengan firmados por los ñoños Disney.
Pues hale, a trabajar.


jueves, junio 23, 2005

¡Me prometiste que vendrías!


Bueno, bueno, bueno. Bueno.
No sé si habréis visto un anuncio en el que unos ingenuos padres le tartamudean a su niño, ya no tan niño -hoy en día diez años son muchos-, cómo la santa criatura ha sido concebida. Con el cuento de la semillita le vienen al macho pajeril que harto estará de escuchar eufemismos y tonterías varias. No sé yo de dónde habrán sacado a esos padres tan gilipollas que al comedor de hostias sagradas canjeables por regalos le intentan meter el cuento de la jardinería. Mira que yo soy de una generación más antigua, pero fábulas de agricultura intensiva no recuerdo ni una. Pena me dan los pobres papis que durante días deben haber estado preparando el muestrario de semillas.

¿A alguien le intentaron sorber el cerebro con historias de plantas?

¿Cuándo se darán cuenta los padres de los anuncios y las series de que necesitan una mayor dosis de realidad? Esos padres tan enrollados que abrazan a su hijo tras haber quemado la casa ("Lo importante es que tú estés bien, pirómano nuestro") y que apoyan cualquier decisión estúpida que los churumbeles tomen ("Si quieres enrolarte en un circo, bravo por tu decisión, saltimbanqui mío") son demasiado para mí.
Mis padres rara vez aparecieron por las reuniones colegiales -de eventos deportivos ni hablar-, y bien orgullosa que me siento de ello. El suicidio podría haber sido repentino si alguno de mis progenitores se hubiera puesto a hornear galletas de mantequilla para repartir en las reuniones de patéticos padres delegados.
Mis padres no me habrían dejado entrar en el circo. Y de esto estoy segura: si quemo la casa me quedo sin piernas.

Yo siempre quise tener un padre al que echarle en cara no haber ido al partido de béisbol. Pero admitámoslo: no se me dan bien los deportes, y a mi padre le importa una mierda.

sábado, junio 18, 2005

Verano azul.

Lo bueno: La calle está desierta el 40% del día.
Lo malo: La calle está desierta porque el sol quema las espaldas a 40º.
Lo bueno: Los tíos comienzan a desaliñarse y llevan pantalones piratas.
Lo malo: Los horteras comienzan a desaliñarse y llevan camisetas de lycra sin mangas, y los pijos pisan cemento con zapatillas de esparto.
Lo bueno: Los cines están vacíos.
Lo malo: El tío del cine casi te escupe por atreverte a entrar. Y la filmoteca está cerrada durante todo junio.
Lo bueno: Los guiris se quitan los calcetines de las sandalias.
Lo malo: Algunos españoles se ponen sandalias con calcetines.
Lo bueno: Las heladerías no cierran hasta las tres de la madrugada.
Lo malo: Los pseudo-yonquis siniestros rondan las heladerías a las tres de la madrugada.
Lo bueno: Un grupo de imitadores de "La naranja mecánica" monta el número apareciendo por la heladería.
Lo malo: Los imitadores parecen ser demasiado fieles a la imagen de skinhead.
Lo bueno: La policía está aparcada en la heladería, haciendo su trabajo de bebedores de café.
Lo malo: Un pseudo-yonqui intenta hacer amistades con los felices moradores de bancos de plaza.
Lo bueno: Nos desplazamos más rápido que él.
Lo malo: Le gusta jugar al pilla-pilla...
Lo bueno: ...tanto como detenerse a mirar las flores de los arriates y el fondo de las papeleras.
Lo malo: Un borracho se desploma ante mis pies y me grita "Milady"
Lo bueno: Miro petrificada su cara de felicidad pero consigo huír de él.
Lo malo: No estaba borracho y además era normal, seguramente el único tío guapo que me ha echado los tejos nunca.
Lo bueno: Me importa una mierda.
Lo malo: He vuelto a hacerme rozaduras.
Lo bueno: Estoy a cincuenta metros de mi casa.
Lo malo: Cuarentones moradores de bares cercanos intentan hacer amigos.
Lo bueno: No soy sociable.
Lo malo: La Chipirón sí lo es.

Me gusta el verano. Lo admito: me gustan los cuarenta grados y su soledad callejera y los toldos que ponen para protegernos de cáncer y el agua gratis de las fuentes. Oig oig oig.

martes, junio 14, 2005

La curiosa historia de Jovial el Terrible.

Un día la puerta se abrió y apareció JOVIAL.
Jovial es calvo y con gafas, y cuando hace frío se pone un abrigo de aparcacoches. Pero entonces él vino a aprender Francés. A Jovial le gusta cultivarse, y dirige un hostal familiar.
Aquel primer día lucía uno de sus ahora conocidos jerseis estilo leñador, con rombos de colores daltónicamente combinados y lana gruesísima. Extraño Jovial, nada más llegar.
Al principio tenía nombre, pero poco importa ahora, tras haber vivido su continua excitación siniestra. Jovial es un cuarentón sobreexcitado entre estudiantes apáticos. Jovial no para de reír a carcajadas. Jovial sufre una terrible diferencia de temperatura. Jovial es... jovial.
Jovial se sienta a mi lado -castigo divino- y me cuenta chistes privados. Jovial intenta intimar, pero yo le corto antes de que siga contándome sus hazañas amorosas. Jovial se siente quinceañero pero me embriaga con su colonia de jubilado anticipado.
Cuando la clase termina él aprovecha para conversar con la profesora, muy interesado en estudios y grados y exámenes, regalando sonrisas amarillentas a granel, casi haciendo palmas. Jovial necesita pañales para no mearse encima de pura felicidad. Jovial es siniestro a más no poder.

Entonces nosotros corremos como si la vida se nos fuera en ello para no tener que sufrir el camino a casa con Jovial.

No somos crueles: somos realistas. Jovial estudió Filología Hispánica, pero bien podría haber compartido actuación con Miliki y Fofito. Jovial es el payaso perdido de la televisión española. Yo siempre odié a los payasos: Stephen King me jodió la vida con It. Ahora Jovial ha llegado a nuestras vidas y no quiere irse.

domingo, junio 12, 2005

Welcome home, Benedicta.

Yo siempre quise tener un maniquí para vestirlo de Village People.
Como un milagro del destino, frente a la pronto en bancarrota nueva tienda de manga, la Chipirón y yo encontramos nuestra inspiración de tarde. Una despreocupada mujer había decidido desprenderse -eufemismo frente a pseudo-reciclaje en contenedores- de dos maravillosos bustos de madera montados en metal.
Sufriendo los 38º generales, mi heroica fortachona y yo nos decidimos a entretener a los moradores de la en frente tienda de cómics, levantando la tapa del contenedor (yo) y rebuscando limpiamente (ella) nuestras respectivas perchas artísticas. El dependiente salió al rato a ofrecernos papel de cocina -material imprescindible en su tienda, digo yo- para que nos limpiáramos la mierda que los maniquíes, que por algo habían sido desechados, tenían por todo lo alto.
Mi busto no tiene percha. No se mantiene de pie. La Chipirón me ha timado, y yo sin base no puedo decorarlo. Es más, sin base no cabe en mi cuarto. Mis estanterías no pueden condensarse más para ofrecerle a Benedicta -la maniquí de madera de nogal lacada- un fresquito sitio.

Aún así, Benedicta no quedará como una desgraciada huérfana. Yo te acojo, preciosa, y en mi cuarto morarás.

Yo siempre quise montar una tienda de cómics para hacerle la competencia al CAD (a.k.a. Cabrón de Ala Delta). Pero lo mío con mi mastercard es una felicidad verdaderamente gris. Al fin consigo una tarjeta en condiciones y no tengo saldo para triunfar en mis deseos. Incluso mis compras por Ebay son de una pobreza extrema. Comienzo a plantearme seriamente un atraco a las jubiladas compradoras de lonchas de salami.

sábado, junio 11, 2005

Las desgracias del Inglés.

Tantos años pagando clases de Inglés para terminar traduciendo compras de amigos por Ebay. Desgraciada que es Lain. Me atrevo a decir ahora, contra todo pronóstico propio anterior, que es posible que este año termine de regalar matrículas y faisanes a los guiris aquí afincados. No me hago a la idea de que tal vez apruebe y jamás vuelva a tener que pisar una academia de idiomas. Hace ilusión, en el fondo. Aunque, conociéndome, puede que termine haciéndome fracasar para continuar con rutinas tradicionales. Todo es posible en mi vida.
Cuando empecé a escuchar a Metallica no tenía ni idea de Inglés. Veneraba a un grupo cuyas canciones no entendía ni a la de siete. Por esa época yo me sabía los números del 1 al 20 y poco más que la canción del abecedario. Sí, esa que a todos los niños nos hacen aprender para perder tiempo en clase y trabajar menos tiempo, "eibisidi-iefyú-eichaiyeikei-el-em-en". En el noventa y seis, después de años comprando una Metal Hammer que ningún contenido traía y tonterías varias, me alejé bastante de Heitfield y compañía. Y cuando más tarde volví a escucharlos, algo nuevo descubrí. Los Metallica tenían letras, no sólo música. Yo era una analfabeta consentida.
Cuando los niños aún nos dedicábamos a grabar casettes y escuchar música en walkmans, también los hubo que aprovechaban para poner sus cintas en el autobús escolar, cosa que al conductor entretenía. Yo fui la gilipollas que grabó un mix de Metallica, Megadeth, Manowar y varios etcéteras para amenizar los 20 minutos de camino. Asumo con toda responsabilidad que esta actuación era una completa "bomba sin detonar". El capullín -ahora capullo integral- que en aquella tierna edad me gustaba, se sentó junto a mí el día del estreno de mi cinta y me gritó dejándome admirar su campanilla: "¡Qué música más raraa!!¡¿Quién es el loco que ha puesto esto?!". "Esto" era "For whom the bell tolls". Y la loca era yo, obviamente, que como una estúpida me dejé tragar por la tierra preguntándole asombrada cómo es que no conocía ese grupo. Y es que tenía una vaga idea sobre lo que escuchaban los demás. Sabía que las niñas escuchaban algo llamado "Bom Bom Chip", pero estaba casi segura de que los niños debían escuchar algo más serio, más musical. Tantas Metal Hammer me habían sorbido el cerebro, evidentemente.
Mi infancia auguraba un mal porvenir, como bien se puede comprobar.

Pero, oye, no salí tan mal parada. Aún no he matado a nadie por despecho.

Y qué relajante es el anuncio de Magnum.

viernes, junio 10, 2005

De rozaduras y otros inconvenientes insoportables.

Es una tontería, ya lo sé. No comprendo cómo me empeño, año tras año, en creer que con las tiritas desaparecen las rozaduras. Qué nombre más estúpido y ñoño, tirita. Nunca pude comprármelas de dibujitos y ahora es tarde. Hay que ver la verde envidia que tenía de los niños con madres compradoras de tiritas Disney. Yo fui la gilipollas de los plásticos rosáceos, con los extremos del plástico doblándose hacia dentro; la tirita medio caida sin ninguna utilidad excepto engrosar la calderilla de los farmacéuticos.
Y es que las rozaduras son mis compañeras no deseadas de verano. Ya puedo intentar engañar a mis pies con unas simples chanclas, que ellos protestarán como si de los más altos tacones se tratasen.
Y por fín creí haber encontrado la solución a mis penurias, el zapato que me salvaría de quejas y lloros y acostumbraría a mi delicadísima piel seca al suicida clima estival. La clave es tela, tela que no hace rozaduras.
Pero hace.
Me duelen los pies, de nuevo. A la mierda las sandalias con tira de tela y las manoletinas falsamente adultas y los tacones y las chanclas. Aunque una cosa sí tengo clara: no pienso comprar tiritas. Sólo si me prometen que serán de dibujitos.

martes, junio 07, 2005

Eh, tú, publicista de pacotilla.

Siente el sudor deslizándosete por tu espalda mientras los demás ignoran los panfletos que tu floja mano peluda intenta endosar a diestro y siniestro. El papel que me has dado está tan sudado como tu frente, pero a nadie le importa. Estamos a menos de dos metros de una papelera.
La primavera apenas duró una semana, tal vez más que otros años, o puede que mi memoria siga tan terca como siempre. Ahora el hombre enfundado en cartón publicitario deberá lidiar con la ausencia de viento mediterráneo. Debo decirte, admirado trabajador, que la poca agua del río no hará las veces de equilibrador climático. Tu inmenso rótulo amarillo de compra-venta me ha distraido de mirarte a la cara. Y tengo que admitirlo: prefiero abstenerme. Tu trabajo anacrónico ya me dice bastante de ti. Sé que cuando dejas el tocho de fotocopias en la invisible tienda donde te regalaron el desgraciado puesto sales a secuestrar colegialas. Lo sé, lo leí en los surcos de sudor del panfleto. Sí, yo leo todo lo que cae en mis manos, hasta los brillantes impresos de los mormones.
Te ha tocado la acera sin sombra, pero pareces ser un tipo duro. Podrías haber sido un temerario y haber cruzado hasta resguardarte en el escaparate de enfrente, pero no seré yo quien te anime a ser despedido. Aún así, borrachuzo empedernido, ten por seguro que no me olvidaré de tus sucias maneras. Poco me importa que por las noches salgas embozado a perseguir ancianas, que antes de que los panaderos despierten estés pervirtiendo los sueños de las sonrosadas colegialas, que al quisquero le birles pipas y tabaco en abundancia. Me importa una mierda que asesinaras al carnicero por una deuda de mus. Como si quieres seguir descuartizando perros abandonados. Pero borrachuzo trasnochador, ten por seguro que no permitiré una chuleria tal como la de hoy. Atrévete a dedicarme una tos ensalivada más y despídete de tu familia.

viernes, junio 03, 2005

V.O.

Y es que hay cosas que no se comprenden. Llevo años maldiciendo a los graciosos que españolizaron a mi vicioso Beetlejuice para convertirlo en Bitelchús. No podían dejar el título original, claro. Se ve que en aquel entonces no tan lejano los españoles nos tratábamos como los ignorantes de la vida que seguimos considerándonos. Los traductores de títulos necesitan unas vacaciones para conocer el sucio mundo de la triste igualdad extranjera que en tan alto estima tienen, bien conocidos son los ánimos con los que defendemos a nuestro país frente oidos ajenos. Aún así, siguiendo el ejemplo de Kaizo, mucho se han embellecido los títulos de muchas de las películas extranjeras. No hay más que recordar la mítica saga de "Tiburón". Yo comprendo que "Mandíbulas" no quedaba tan espectacular y sonoro, no habría vendido. Puedo comprender también que "Working girl" sea "Armas de mujer" y no "Mujer trabajadora", que poco llamativo y tan burdo queda. Sin embargo, no soy capaz de perdonar los desfases de los tiempos en que los joviales muchachotes traductores se dedicaban a joder la marrana con sua invenciones artísticas. Ejemplos:

The sound of music - Sonrisas y lágrimas (Al haber nazis de por medio se sentían obligados a advertirnos)
The haunted house - La guarida (Pues eso, la guarida, faltaba más)
Sleepless in Seattle - Algo para recordar (Está clarísimo)
Breakfast at Tiffany's - Desayuno con diamantes (Por si no estamos lo suficientemente americanizados como para obviarlo)
The chase - La jauría humana (Embellecido hasta el límite, nos gusta introducir el contenido artísticamente)
Legally blonde - Una rubia muy legal (Es legal porque estudia derecho, nos dan a entender. Qué arte)
Zombies party - Shaun of the dead (¿Acaso no es más fiel y gracioso jugar con "Shaun de los muertos"?)

Cierto es que muchas películas se han dejado con su título original, no vengo a quejarme tanto como esperais. Y los últimos estrenos son casi todos en su original, amor de traductores. No quiero ni imaginarme la delicia de cartel que habrían conseguido divirtiéndose con "Lost in translation". Podríamos haber sufrido la creatividad de "Dos extraños en Tokio" o "Perdidos en Tokio", o "Dos americanos en Japón", o "Lo que en Tokio se quedó". Eso sí, aún nadie se atreve a traducir al Español "Hardball" y "Cocoon". Yo tuve la ilusión de que algún gracioso hundiera al pelotas duras de Keanu en su triste papel de entrenador del empalagoso Harlem infantil basado en hechos reales.
¿Odio estival? ¿Enfado incomprensible? Yo nací para criticar todo lo criticable de forma nada constructiva.
Y aún sigo esperando leer "Granja animal" y no ese patético título cinematográfico sin venir a cuento. Orwell, en España no te quieren. Pero esa es otra historia, y ahora me ire a merendar tan ricamente mi manteca de cacahuete, como manda la tradición.


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