martes, junio 06, 2006

Los pompones de la vergüenza.

Jardín de césped mal cuidado, duro sol castigador y cansancio postrado en una silla. Descansando del tiempo libre pensando qué hacer más tarde. Al fondo del escenario aparece una figura pequeña, visita rubiasca con ojos encendidos por la satisfacción chocolateada galletesca.

Visita diminuta: -¡Hola, hola, hola! ¡Estoy comiendo galletas!

Siempre que me he acercado a un niño pequeño, he sido tachada vía padres ajenos de cruel y malvada por inventarme historias sin sentido, cuentos o graciosas mentiras sobre monstruos o castigos de conversiones en animales. Sin embargo, a los niños siempre les han solido encantar.

Crueldad personificada: -¿Qué haces comiendo galletas a estas horas? ¿No sabes lo que ocurre si comes galletas fuera de la hora de la merienda?

El atrevido humano en construcción mira sus manos plagadas de migajas. Luego me mira a mí. Vuelve a mirar las manos del crimen, levanta una galleta y me señala con ella. Sonríe y mordisquea un poco.

Visita diminuta: - No... ¿qué pasa?
Crueldad personificada: -¿Te deja tu madre comer galletas antes de la cena?
Visita diminuta: - Mmm... no... es que... las he cogido y no me ha visto.

Ahora se regodea en el robo de galletas prohibidas.

Crueldad personificada:
-Ah, ah, eso es otra cosa. ¿A que te dice que si las comes luego no cenas?
Visita diminuta: -Síii, pero yo voy a cenaaar.
Crueldad personificada:
-Eso es lo que tú te crees... Lo que pasa en realidad no es que te quedes sin hambre, eso te lo dice tu madre para no asustarte. ¿Sabes qué te va a pasar? Te vas a convertir en perro.

Se queda pensativa acompañando la reflexión con mordiscos. Desperdicia la mitad de la galleta, la otra mitad queda pegada en las manos a modo de migas ensalivadas. Me mira desconfiada.

Visita diminuta: -Pero yo he comido galletas más veces.
Crueldad personificada:
-Claro, pero es que se va acumulando. Cuando menos te lo esperes te saldrá cola, seguro que ya has pasado el cupo.
Visita diminuta: -Nooo, yo no soy un perro.
Crueldad personificada:
-¿Qué dices? No te entiendo.
Visita diminuta: -Que yo no soy un perro.
Crueldad personificada:
-¡Estás ladrando! No te entiendo, ¿cómo dices?
Visita diminuta: -Aaay, ¡que no soy un perrooo!
Crueldad personificada:
-Mira, si te estás riendo de mí ya te vale, pero deja de ladrar.
Visita diminuta: -¡Yo no estoy ladrando!
Crueldad personificada:
-Mira, ¿ves? Ya te estás convirtiendo en perro. ¡Uy, uy, te está saliendo pelo por la cara!

Mi sobrina corre despavorida hacia su casa gritando "mamá". Luego vendrá a decirme que soy una mentirosa, pero sonreirá e intentará que siga con el juego.

Este mismo andrajo de persona que antaño comía galletas antes de cenar quiere presentarse a un casting de estupidizados niños entrevistadores. Quiere ser uno de esos falsos prodigios que cantan y bailan en la tele correteando al son de melodías baratas. Lo que antes era mi sobrina ha convencido a su padre para que la deje probar su talento al estilo maríafigueroesco, intentando la muy descocada entrar a formar parte del penoso elenco de Juan Y Medio, el degradado presentador multifuncional de nuestra cadena autonómica, estrella regional de programas de viejos en busca de pareja.

Dijeron que mis mentiras eran crueles. ¿Crueles mis juegos de rol animal? ¿Crueles mis estupendos engaños? Crueldad la de unos padres que no dudan en humillar el futuro de sus hijos, que babean por la artificiosa artistoidad de niños cuyos espectáculos parecen más bien esperpentos de un video pedófilo. Ya veo a la futura adolescente cubriéndose la cara, intentando enterrar los carteles, discos, deuvedés y mierdas televisivas varias por medio de llantos inundadores. ¿Tan pronto merece esta infanta arrepentirse?
Cuando yo era pequeña no solía ver ese tipo de programas. Recuerdo que a muchas compañeras les encantaba, e incluso fui testigo de que algunas soñaban con un plató de focos de colores, describiendo sus mareos de pato vestidas de lentejuelas, cantando el "I will always love you" con chillidos infantiles. Yo me imaginaba todo aquello y me daba un poco de vergüenza ajena, por el ridículo de los programas en general y mi aversión a los bailes y los cantes en particular -nula capacidad la mía-.

Mi sobrina va a presentarse a un casting, y lo más triste de todo es que deseo que la elijan como mono de feria para hacer dos o tres preguntas a un famoso del tres al cuarto y poder reirme de por vida. Ojalá la cosa fuera a más. Ya imagino muñecas con pompones coronando los baratos y chinescos stands de feria. Ya veo la nochevieja de 2006 reinada por mi sobrina, desheredada de mis bromas, poniendo voz al hilo musical que corean cuatro bailarines upadanceros. Ya veo carteles anunciando increíbles conciertos en puebluchos desconocidos, rutas rurales para la artista en ciernes.
Ya deseo a mi sobrina convertida en merchandising.
Soy cruel ahora, pero mis risas no van en absoluto más lejos que lo que merecerá la muchacha en un futuro.



Yo también estaré atenta a las buenas nuevas que me traigan. Yo sé que Juan Y Medio te encantaría, un figura en toda regla que hace las delicias de las sobremesas. Yo tengo un cartelón tamaño natural suyo -cortesía Caja Granada- en mi cuarto, cual adorno de chapó.

Sé que merezco de vez en cuando la muerte por mis ausencias... pero perdóneme vuesa merced con la promesa de conseguirle merchandising de mi sobrina si suena la flauta. ¡Muajaja!  


Publicar un comentario
Powered for Blogger by Blogger Templates