martes, noviembre 29, 2005

Noviembre es Navidad.

Mi madre se ha convertido en Mcdonalera del tres al cuarto.
Mi hija bayetoide abandona su espíritu eslavo y se retraslada a la ciudad comunista.
Mi hija la Sosa rechaza el papel charlottero de sumisión ante el Noviazgo Más Inteligente de la Historia (NMIH).
La Chipirona encandila a los panchitos con sus voluptuosidades.

La espiral de desenfreno no tiene límites. La llegada de los gitanos parqueros a su gueto esquinero ha dado el disparo de salida al concurso "¿quién da más antes de final de año?". Toda una familia combatiendo por la absurdez inmediata. Por lo pronto, yo tengo un bolso nuevo con forma de bola de arroz.

Se acerca final de año y uno tiene que ir haciendo planes para esta Navidad que tan larga se presenta. Para mí, adoradora compulsiva de merchandise navideño, noviembre es ya época de flores de pascua y jamones embalados para regalo. Si hay luces de estrellas en las calles, no lo dudéis: es Navidad. Si en las tiendas suenan casposos e insoportablemente repetitivos villancicos, no lo dudéis: es Navidad. Si los padres empiezan a comprar regalos de reyes, no lo dudéis: es Navidad.
Y, ante todo, si las tiendas están decoradas con gordísimos PapáNoëles juo-juoienses, no dudéis más: es Navidad.
La navidad es una época cuyas obligaciones se agrupan según una cuádruple división:

Cosas que comer: turrones, polvorones, alfajores y roscos de anís cortesía de interminable cesta navideña. Foie, pavo, guacamole, solomillos y demás proteínas, cortesía menú navideño capitalista. Mc Pollo, Canada 'n' cheese, Mc Flurry cortesía de Ronald McDonald. Tallarines con ternera, ternera picante, pollo con almendras, arroz tres delicias cortesía Chino "La Suerte", con regalo sorpresa de calendario chino 2006.
Cosas que beber: cerveza, ginebra, Martini rojo, ron, champaña. Resumiendo: alcohol.
Cosas que comprar: merchandise navideño (luces intermitentes, belenes patéticos, musgo artificial, guirnaldas, espumillón). Un móvil. Una chaqueta verde y mona. Un Ipod. Caballero del Zodíaco recién encontrado en el CorteInglés. Lista de libros con aspiración a ser regalada, o en su defecto rebajada por el tendero de la Luque o Anaquel -no hay que hacerle asco a ninguno-. GeyperMan legionario, o en su defecto guardia civil. Enciclopedia anatómica. Merchandise vario.
Cosas que regalar: los turrones, polvorones, alfajores y roscos de anís. Atlas Maior. Merchandise vario, incluyendo los GeyperMan y los Playmobil.

Éste es un post ciertamente extraño.


lunes, noviembre 21, 2005

¡Qué verde era mi chaqueta!

Debo admitir, extrañada mía, que la misma mañana siguiente a tu pérdida descubrí con pavor cómo te habían agotado en la tienda. Nos conocíamos desde hacía poco tiempo, pero el cariño que llegué a tenerte no contempla límites. Echo de menos tus bolsillos inservibles, tu algodoncillo barato, tu hechura cuasi perfecta.
¿Qué haré yo sin tus dulces puños acariciando mis muñecas?
¡Oh excelsa tela! ¡Oh botones latonados! ¡Qué desgracia de borracha la mía, haberte perdido de tan estúpida forma!

Esta mañana rondé buscando sustituta. Admito que cualquiera otra haría tus veces con creces, pero el recuerdo de tu verdoso color me tiene trastocada. ¡Llevabas una chapa de Candy Candy! ¿Quién puede competir contra eso? ¡Ni siquiera la chaqueta militar que encontré en Blanco! ¡Prometo no comprarla!
Sí, sé lo que estás pensando. Que no la compraré porque ahora mismo estoy tristemente paupérrima. Cierto. Pero aun si tuviera dinero su color no tiene color con el tuyo. Tan extrañamente mona eras que hasta aquel recién conocido heavy apodado Cuervo quiso acariciarte, probarte. El muy cerdo casi te arranca de mis brazos, ya sé cómo sufriste; aunque tú también sabías cómo eran esos aporreaguitarras. No deberías haberle hecho ojitos con tus lindos, lindos ojales ribeteados.

¿Pero dónde te caiste? ¿Por qué no logro acordarme?
Calla, maldita. Tú también habrías cedido al influjo del alcohol. Y sabes que no sólo es culpa mía, tus nada voluptuosas pero curiosamente llamativas formas debieron resplandecer bajo la matadora luz violeta. Y algún indeseable te cogió, te apartó de mis endebles brazos para colocársete. Un momento. ¿A qué indeseable le cabes? ¡Sólo mía eres!

Indeseable borracho desconocido, ladrón de móviles y chaquetas: me la pagarás con creces. El día menos pensado amanecerás desnudo.

miércoles, noviembre 16, 2005

Más nihilismo, cinismo, sarcasmo y orgasmo.

Yo fui una de aquellas crueldades encerradas en carne sonrosada que negó el nacimiento de una nueva vida. Aún recuerdo el día en que mi madre, planteándose últimos arriesgos antes de convertirse en un riesgo para los nervios del ginecólogo, me preguntó inocentemente si no me haría ilusión tener un hermano.

Obviamente, le dije que no.

Ahora hay quien disfruta poniendo etiqueta a las cosas. Algunos te gritan cosas como "¡capitalista!", otros te apedrean la cara lanzándote el más injusto "¡materialista!"; aunque todos sabemos que se trata de puro y simple realismo. A otro desgraciado quisiera haber visto yo en mi lugar echando por la borda tantos años de atenciones progenitoras. A otro miserable quisiera haber visto yo suplicando por más dinero para cartas pokémon, por un pañal limpio a mano. Quién me diría entonces que aquéllos que no compredieron mi punto de vista sufrieron lo que deberían haber sido años de empacho vía huevos kinder y caramelos schokobons paseando carritos y gastando su pubertad como trasero de azote de los delirios de una madre en vías de desheredación filial. A todos vosotros que me mirasteis con incomprensión os dedico mis más sinceras carcajadas malignas: ¡muajajaja!

Yo fui una de aquellas crueldades encerradas en patético y frío chándal de colegio de curas que escupió tranquilamente su apoyo al aborto. Aún recuerdo el día en que el tutor rollo-tío-macanudo empezó con las charlas sobre consoladores. Aquellas tutorías tan productivas terminaron derivando en un monólogo sobre su triste vida conyugal. Años más tarde tuvimos el honor de desarrollar un trabajo religioso sobre el aborto. Mi grupo mostró unas preciosas fotografías con fetos abandonados haciendo las delicias de los basureros nocturnos.

Obviamente, no sacamos sobresaliente.

Algunos te desean una muerte próxima, otros te cambian lo rojizo y palpitante del corazón por negro plástico quemado; aunque todos sabemos que no se puede generalizar sobre algo tan particularmente causal. A cualquier agraviado cura quisiera haber visto yo sufriendo de primera mano los dilemas ajenos que tan poco tardan en resolver. A cualquier recaudador de almas monederas quisiera haber visto yo suplicando piedad papal. Pero ése es otro tema.

Existe un hombre que está por encima de toda moralidad. Un hombre que no tiene reparo en limitar su vida a cuatro pilares fundamentales e indiscutibles. Hay un hombre que no duda en acudir a agencias de adopción para apañarse novias orientales de joven y tersa piel.
Yo siempre he sido admiradora de los surcos de edad de Woody Allen. Aun cuando su dirección cayó en picado, adaptando papeles a sus arrugas de conquistador tartamudo, yo seguí pagando sus viajes por Europa. Pero una y otra vez lo vuelve a hacer. Alguien capaz de reinventarse y restregarle a Rodion que existe crimen sin castigo merece mi más que beneplácito. Oh, gran dios de la inmoralidad social, tú que vives y rodas por los siglos de los siglos, gracias por tus enseñanzas.

martes, noviembre 08, 2005

Bachi-bouzuc de rebajas.

Una de las ilusiones de mi vida fue siempre recopilar los fantásticos insultos del capitán Haddock para luego soltarlos acá y acullá sin piedad alguna. Este borrachuzo regado de Loch Lomond sin afán de superación alguno se convirtió en breve en mi personaje preferido. Qué tendrá este playboy biancanesco para encandilar a los dulces, dulces infantes y ennegrecer su corazón con pesimismo y odio hacia la sociedad. Los ratos que me ha brindado este artista del discurso sociópata no los ha podido superar en ingenio nadie.

Y ahora, gracias a la maravilla de internet y la voluntad de ciertos salvadores anónimos, puedo por fin aprender un riquísimo vocabulario insultil. Oig, oig, pero que oig.

http://morgoth.tlc.upv.es/gololo/haddock/index.php?action=2&id=y

Este año que ahora veo casi pasado conocí a una rusa. Miento. No era rusa-rusa, sino un barato híbrido de genes interpaisanos. Lo que conocemos como bilingüe, que no es más triste que quedarse con la patria menos interesante de las paternas. La Chipirón y yo no podíamos creer que tuviéramos a una auténtica ruso parlante enfrente de nosotras. Hablándonos en español, además.
Todo ocurrió por casualidad chipironesca, que es un algoritmo basado en la sociabilidad pseuso-casual. Ella niega buscar y dice haber sido encontrada, teniendo las manos más que manchadas de barro de ciénaga carpal. Pues eso.
La rusa -cuyo nombre no recuerdo, seguramente por haberme decepcionado con algo como María o Pepi- fue enviada a nuestras manos, para que la cuidáramos, para que hiciera amigas. Sus amigos no parecían quererla mucho. Nosotras sí. Tanto, tanto, que debimos asustarla.
Mientras la Chipirón admiraba sus uñas de blanco lacadas, yo la atosigaba con estupideces varias. "¿Y llevas gorro en invierno? ¿Y tu madre tiene kopeks guardados? ¿Y cómo vivió tu familia la aplacada revolución agraria? ¿Es realmente Petersburgo la capital del intelectualismo? ¿Es el carácter ruso pesimistamente ruso? ¿En casa te llaman Pepieñka? ¿Puedes decirnos algo en ruso?"
La muchacha, rubia, sin rasgos llamativos, se acojonó. Al rato apareció una amiga nuestra que la salvó de nuestras preguntas. La rusa parecía recuperarse del trauma. Hasta que la Chipirón se unió a la fiesta del vocabulario inventado.

No me cayó bien esa rusa, no. Seguro que ni siquiera dejaba los chanclos mojados en la entrada de su casa.

La Novia Cadáver se basa en un cuento ruso. Fui a ver a esta muchacha de piel azulada por la monería burtoniana, por una parte, y por fidelidad a mi nuevo ídolo Carlos Boyero, por otra. Ir a ver una película de Burton es disfrutar de un Gorey superado, de poder decir abiertamente que no hace falta más que fotografía para disfrutar de una película. A pesar de los bombo y platillo merchandiseros que llevamos encontrando desde antes de verano, uno no puede quejarse tras ver a los personajes. Qué amor de gabacho cazafortunas, qué dulzura de pescaderos, qué gracia de horribles parejas.

Seguro que a la rusa no le gusta el gris. Era una rusa de saldos.

domingo, noviembre 06, 2005

Envidia mutua.

Las vidas que me rodean se han contagiado de surrealismo extremo. Podríamos sacar un tomo recopilatorio como si del "Vidas etílicas" de la Ninomiya se tratase.

Osa amorosa: - Mi vida se ha vuelto una desgracia. Sólo vivo para comer, beber y dormir...
Lain: - Qué me vas a contar. Últimamente no paro de despertarme con las lentillas puestas.
Osa amorosa: - ...lo peor es que me gusta.
Lain: - No me sorprende... a mí también.
Osa amorosa: - El otro día cogí un ciego impresionante. Compré una botella a medias y terminé acaparándola entera.
Lain: - Te envidio.
Osa amorosa: - ...y al despertarme no me acordaba de nada.
Lain: - Eso significa que te lo pasaste muy bien.
Osa amorosa: - Me lié con mi mejor amigo de la infancia.
Lain: - Es que el alcohol juega malas pasadas.
Osa amorosa: - En ese momento estaba sobria.
Lain: - Eres mi ídolo.

No hay nada como verse reconocido en la desgracia de otra persona. Hemos tirado nuestra dignidad al suelo para regodearnos en la surrealidad de la lógica aplastante. A nadie le importa ya perder neuronas. Termina uno disfrutando con las situaciones más estúpidas. Que los viejos intenten ligar contigo en la calle. Que un tío se mee en el metro y te pida perdón por su incontinencia.
Hace unos días tuve el honor de permitir ser secuestrada por mi Bayeta. Durante el recorrido turístico por esta nuestra ciudad comunista paramos a rebuscar tesoros en el Centro Reto. Escuchamos conversaciones sin desperdicio. Yo me llevé una corbata, y ella medio armario de saldos. Nos hicieron un dos por uno al comprar unas bragas, pero una desgraciada se llevó el último paquete y nos quedamos sin oferta. La Bayeta quería amortizar llevándose unos fabulosos gayumbos, pero la disuadí de convertirse en una Chipirón.

Mi coeficiente intelectual cae en picado, y a mis amigas les parece maravilloso. A este paso nadie me contratará como traductora en su editorial. Aunque cierto es que para terminar esta carrera poca inteligencia basta. Mi única oportunidad es terminar trabajado de negra de turno en los telares de la Chipirón, mujer que estuvo a punto de perder la pierna en el gap de metro hace unos días. Chipirona de amor, desde aquí te mando mis más sinceras disculpas por haberme reído de tu desgracia.

Mi próximo post será ciertamente impresionante por su fino tema. Tras paréntesis de decadencia, Lain volverá versada y opinando sobre tópicos sorprendentemente cultos. Mi lacayo de clase dice que quiere madurar. Aún es de los que creen que ser maduro significa hablar de política y religión. Aunque también fue él quien tan memorablemente dijo que a veces a uno le da la impresión de ser él mismo y no otra persona. Aplastantemente lógico, mi lacayo.

Powered for Blogger by Blogger Templates