lunes, junio 12, 2006

Give them something to die for.

Él entró allí por casualidad. Lucía una camisa a rayas deslucida, despegada pero con cierto brillo hortera de lycra que no terminaba de encajar. Seguramente pasó horas pensando qué ponerse para dar la impresión de una desentendida informalidad, aunque él jamás aceptaría haber hecho tal cosa. ¡Ja! ¿Haberme acicalado para venir a este antro? ¿Acaso creéis que soy un perdedor?

Él entró por casualidad, como todos los fines de semana. Obligaba a su mirada a expresar resignación mientras iba a pedir una copa. Mientras pagaba, su acólito, forma de carne rellena, bailoteaba echándole un ojo a las féminas del lugar. Ya con la bebida brillante en la mano -ginebra ("mucha, medida española"), apostaría yo- se dirigían hacia un centro de reunión femenino, apartados tácticamente del grupo pero siguiéndolo desde la columna.

Él tiene aspecto de escritor fracasado, de pseudo poeta venido a menos. Estirado en sus posturas, de espaldas a su objetivo de la noche, se atusa el peinado italo-americano. Se mesa la barba mientras su amigo de múltiples redondeces le describe a las apetecibles que bailan a sus espaldas. Da un trago y mira de reojo. Luego se vuelve y balancea la cabeza sonriendo. Ju, ju, ju. ¿Acaso se creen que me interesan sus bailes provocadores? Por nada del mundo me acercaría a esas ignorantes. ¿Qué piensan, que no me he dado cuenta de que hablan de mí?

Su acólito le da la razón, saltando con sus cortas piernecillas de perdedor.

El grupo de chicas se ha desplazado unos cuantos metros, de paso en paso, de canción en canción, de risa en risa. Él y su gordo compañero las siguen. De espaldas a ellas, que continúan ajenas a ellos.

¡Ja! ¡Serán estúpidas! ¡Y encima se reirán de mí diciendo que soy un macarroni! ¿Acaso se creen mejores que yo? ¡Ellas no saben quién soy yo! ¡Yo soy Arturo Bandini, el autor de El perrito que reía! ¡Deberían estar dando saltos de alegría! ¡Yo soy quien os desprecia, ju ju ju!

Un nuevo grupo de chicas se abre paso entre la gente, rozando presionadamente el torso de Arturo Bandini. El bailongo amigo mira entetenido mientras Arturo se estira aún más pegándose a la columna, ladeando la cabeza y levantando mucho el cuello, despreciando mirar a la carne que tanto lleva buscando de espaldas. Cuando el grupo haya pasado podrá relajarse y mirar durante unos cuantos segundos los traseros que tanto le han molestado, sonriendo para más tarde criticar el obvio interés que tenían en frotarse contra él. ¿Es que no pueden pasar por otra parte? ¿No ven que no quiero nada con ellas? ¡Jamás me acercaría a una ramera como esa borracha de la camiseta levantada! ¿Es que no sabe vestirse? ¿Acaso cree que ese vientre le llama a alguien la atención? ¡Está muy equivocada!

El amigo zampabollos se anima cada vez más. Ya llevan más de cuatro copas y Arturo no puede dejar de pensar cuánto se está divirtiendo. Aquella de allí me está mirando descaradamente, ¡pues la lleva clara si cree que voy a acercarme! Antes he visto cómo se reía de mi pelo, ¡como si yo fuera un macarroni grasiento! ¡No busques ahora el triunfo, desgraciada! Podrás empeñarte todo lo que quieras, pero ¿rebajarme yo, Arturo Bandini, a hablar con una mugrienta pecadora como tú? ¡Más quisieras!

Arturo sonríe y asiente, le da otro trago a su copa e intercambia impresiones con su eterno acompañante. Él tiene orgullo y aspiraciones, no como esa mediocre masa. ¡Ja!

Arturo Bandini existe, lo admiro y lo amo.



Arturo es mi ídolo, ya estoy deseando verlo este fin de semana pegado a la columna, haciéndose el interesante. ¡Yo quiero hablar con él! Pero en cuanto hable con él, todo el encanto desaparecerá, ya que pensará que ha triunfado con su técnica superior.

Si lo vieras te encantaría, son horas de diversión estudiar sus movimientos. Vamos a crear un Club de Fans.

Yo no salgo en la segunda parte del libro, creo recordar que un día me dediqué junto con otra chica a reirme de él enviándole guiños de ojos candorosos... seguramente ya me odia. ¡Pero yo lo amo!  


Mi querida escritora, quiero exponerle mis más sentidas admiraciones por tan excepcional obra.

Es increíble que solo se aprecien chorradas sin fundamento.

Seria un honor poder conversar algún día, pero no se sienta intimidada, soy un buen hombre.  


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