jueves, octubre 19, 2006

Si hubiera terminado el bachiller.

Hoy llovía y él miraba la caer lluvia de una forma estúpidamente misteriosa. Ignoro su nombre, pero apuesto sin demasiado temor a equivocarme que, al igual que los demás porteros que han pasado por el bloque, el artista del mono azul se llama Juan.

Hay camareras que creen ser escritoras, y creen conocer a sus clientes según los posos dejados tras la segunda ronda de café. Pasean las bandejas con una sonrisa y se crecen en la ilusión de ser investigadoras con un delantal manchado que hace las veces de uniforme de paisano. Luego llegan a casa y, por suerte, nunca llegan a escribir los novelones Barbara Woodescos.

Juan nunca quiso ser escritor. Los lunes, noches tempranas a las siete de la mañana, Juan barre los envoltorios de sobaos pasiegos que algún gracioso se dedicó a tirar la tarde anterior. Luego friega el portal, y es entonces cuando me lo cruzo. "Buenos días". "Buenos días". Cuando termina de fregar, riega el patio; intercala manguerazos con charlas de tiempo y cartas que no llegan, de quejas y de ánimos o historias familiares. Sale a barrer la acera un poco, a ver cómo abren los comercios y comienza a formarse barullo, a ver pasar coches y saludar a los de siempre. Y mira las placas de la puerta, y las limpia a veces. Otras veces se sienta en su despachillo a descansar un rato, y es entonces cuando debe de pensar lo bien que estaría en aquel momento rajando gente bajo sábanas verdes.

"Verá usted, don José. Yo me he dado cuenta con las series estas de la tele, las de los médicos que tanto ponen ahora. Es que mi vocación era ser médico, como usted... pero claro, las cosas de la vida, cuando uno es chico se pone a trabajar, y claro. No es que yo me queje, pero pienso yo a veces, sobre todo ahora con las series de la tele, ¡si hubierta terminado el bachiller! Ahora me arrepiento, claro. Yo es que veo a los médicos esos, como el doctor Jaus, y recuerdo aquellos tiempos".

Don José se siente tentado de cederle el pijamilla hospitalesco y quedarse él regando patios, mirando placas y hablando con los de siempre durante una mañana; y recuerda la de vocaciones que han surgido en estos últimos años entre estudiantes, amas de casa, camareros, abogados o maestros; los monólogos de arrepentimientos tardíos y las reiteraciones de "ays don José verá usted qué envidia" que aguanta todos los días.



Hasta que no te ha dado por volver a escribir no me he dado cuenta de que echaba de menos leerte.

Qué cosas.
:)  


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