miércoles, noviembre 29, 2006

Je serai Claudine et toi, tu seras Renaud.

He visto cómo le hacías ojitos a otra. Recuerda, fue a mi a quien dijiste lo bien que lo había hecho.

"Lo has hecho muy bien". Yo sonreí -no demasiado convencida-, más por deferencia al cumplido profesoril que por convencimiento orgulloso. Pero, ah, ah. De repente aclaraste, repetiste: "no, en serio, lo has hecho muy bien". Y entonces tuve que reír de estúpida felicidad.

¡Qué felicidad! ¡Lo he hecho muy bien en serio!

Aquel día fantaseé con aquel atisbo de piececitos entre controversias políticas y el uso de fuerza armada estadounidense. Soñé con más tareas de lenguaje convenido, con más textos agradecidamente soporíferos, contigo, con usted siempre deslizándose tan grácilmente entre erres gorjeadas y finales nasales. Soñé con más tareas y traducciones, más clases perdidas al frente, sentada en el mullido asiento predilecto, el micrófono en mano y los pies debajo, con atisbos de roces. ¡Ay, ay! ¡Qué fantasías más colegiales!

Pero nunca volvieron esas prácticas. ¿Creyó usted que realmente me interesaban las infernales jornadas de lecciones? ¿Que mi interés por Naciones Unidas iba unido a mi potencial carrera de genios? ¡Nada más lejos de la realidad! ¡Y qué tristeza para mí fracasar en mi intento de interés! Pues cada vez que abres la boca y sueltas los sapos y culebras derechiles, cada vez que manchas el inmaculado -y siempre estiloso, siempre señorial, siempre perfecto- atuendo con el cerco de saliva Internacional, no puedo sino cerrar los ojos. ¡Ay, ay! ¡Qué fracaso el mío, ser sórdida bebedora y no ambiciosa triunfadora! ¡Qué fracaso el mío, dedicarme a novelas y no a Cartas de Naciones!

Querido Profesor Amado: si tú quisieras, yo desbancaría a esa mujerzuela que comparte cama contigo. Yo haría de tripas corazón y escucharía tus disertaciones de cátedra menor, tus discursos seseantes. ¡Pero también acudiría gustosa a tus brazos! Incluso tus posturas de descanso son señoriales. ¿Cómo no dejar que me eches el humo encima?

Pero cada vez que me miras me ves bostezando: comprendo que dediques tus ojitos a otros más interesados en la asignatura. ¡Ay, ay! ¡Qué tristeza denostar a todo el gremio profesoril, y beber los vientos por un perpetrador de tiempo discursil!



Ais, los profesores. Y qué digo los profesores, El Profesor, así, con su mayúscula en alza.
Yo también bebí los vientos, los gin tonics y hasta mirinda con ron si se hubiera terciao por un profesor, y todavía más gracioso, por un profesor que nunca tuve de una universidad a la que nunca fui en una carrera que jamás he tocado, mira tu.
Y de todas formas, susipraba. Y suspiro, por que dejó de ser profe, pero yo sigo igual, colada, agujereada, obsesionada... un desquicie, querida Lain.
Pero qué es sino ese tipo de amorios, esa estúpida sensación de hacer las cosas por un acto romántico del que después, si te paras a pensar, te da por creer que eres aborrecible y esa es la causa por la cual los brazos que están cubiertos de cuerpo no es a tí a quién achuchan.
PEro la idea, como idea, es bonita. Eso de estar colada de un profe y bostezar por él y sentirse culpable por las campanas hechas pensando en él mientras vas fumandote los porros a la la perro y le das el tostón a tu amiga sobre algo que no tiene que ver para que no sospeche...
Ais, en fin.
Bonita carta, ahora sólo falta uqe la lea la mujerona esa con la que duerme (bendito sueño y que se quede ahí, mejor durmiendo que despiertos en la cama) y te suspendan por fresca.
O por enamorada.
O por no correspondida.
Qué chunga soy.
En fin, que veníamos a saludar, yo y el cerdito.
Norimaki, dile algo a Lain:
Oinc, oinc.
QUé majo.
Yo te deseo lo mismo que él.
A pasarlo bien!  


Eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeo!
¿Tas morído or güat?  


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