viernes, julio 01, 2005

Los moradores del Piedra.

Cuando uno se aventura a cruzar las puertas de uno de los localmente conocidos supermercados Piedra se siente todo un macho. Toda una machota, en mi caso. El Piedra es un pintoresco -por decir algo- lugar donde todo es posible. Puede ser que huela mal, que huela peor, que los limones estén podridos, que no haya limones. Todo es posible, pero por encima de todo ello hay una ley intrínseca a su política de mercado: en cada supermercado habrá seis dependientas. estas dependientas estarán reunidas alrededor del expositor de los embutidos hablando a gritos entre ellas, y por supuesto, el cliente no tiene derecho a interrumpir tan filosófica conversación.

[Cajera 1]-...y éhque tú no sabeh lo que iba disiendo la Vane...
[Cajera 2]- Ofú, con la tía essa.
[Cajera 1]- ...éhque tiene la cara de venimme con to'l morro, sabeh, y yo no pué'mah.
[Cajera 3]- Poh yo le partía la cara a la payassa essa!!
[Cliente]- Oiga, perdone, que... si me podría cobrar estas dos cosas y...
[Cajera 1]- Joé... bueno, ehpérate un momentito, eeeh?
[Cliente]- No, si ya, pero es que tengo un poco de prisa, ¿sabe?
[Cajera 1]- Jofú, ya voy... hay que ve cómo ehtamoh, eeeh?
- .......................
[Cajera 1]- Son 7,26 €.
[Cliente]- Tome.
[Cajera 1]- ¿No tieneh algo mah suetto? Ehque no hay cambio...
[Cliente]- Que va, lo siento..
[Cajera 1]- Joé, voy a tenéh que abrih el paquetillo ehte... ¡MAAARIIII, ¿ÓNDE TENEMOH LOH PAQUETEH D'UN SENTIMOOOO?!
[Cajera 2]- .....AHI ABAJO LA CAJA, ENER BOTE'L COLACAOOOO!!!
[Cajera 1]- Jofú que complicao quehtá quitáh el papelillo...
[Cliente]- Ya veo, ya.
[Cajera 2]- .... LOHÁH ENCONTRAO YAAAAAAA?
[Cajera 1]- ¡SÍ, YAHTÁ, GRASSSIAAAH!
[Cajera 1]- Hale, tomeuhté. Eh que ehtamoh sin cambio y claro...
[Cliente]- Ya, ya, no pasa nada...

En fin. Una aventura fascinante. Yo siempre creí que aquel microuniverso era imposible de superar. Pero no, otro milagro de la naturaleza ha vuelto a ocurrir. Ayer por la mañana, mientras pasaba tan ingenuamente por el célebre supermercado, avisté tres extraños seres apalancados en las escaleras de la entrada. Siempre había habido una vieja gitana sentada contra la fachada, que llevaba años haciendo migas en el barrio y parando a todas las jubiladas a hablar con ella. Pero ayer había dos nuevos inquilinos. Como salidos de un desfile de monstruos al más puro estilo Freaks, los moradores del Piedra habían formado una más que siniestra pandilla: acojonante.
La vieja gitana se había agenciado una silla de ruedas y estaba haciendo virguerías de un extremo de la escalera al otro. Sentado en el primer escalón estaba el que yo supuse como dueño de la silla, un lisiado -literalmente, con muñones como final de muslos- balanceándose de atrás hacia delante. A lado del lisiado se encontraba la mujer misteriosa, una albina con cara de psicótica retrasada dándole el pecho a un bebé, que lógicamente sería su hijo.

Hoy volví a pasar por delante del Piedra. Allí seguía el extraño trío -cuarteto, contando al bebé-. Resulta que la silla de ruedas es de la gitana y no del lisiado, la vieja se ha roto la cadera -oido en mitad de una conversación con una pareja de jubilados- y ahora tiene que estar un tiempo en "arrebilitación". Por su parte, el hombre balancín sigue sin vehículo.




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