lunes, marzo 13, 2006

Miles de conejos caían del cielo.

Suave, suavemente peludo conejito de Lindt&Sprüngli: ¡qué maravillosa sorpresa!

Si fuera una mujer hecha y derecha, cocinera que amor pone en sus guisos y residente no de una comiquería, sino de un miles de veces mayor y mejor supermercado de calidades extraordinarias, entonces, digo, tus redondeces canelas no habrían pasado inadvertidas durante tanto tiempo.
¡Ojalá cocinara y especias echara sin pudor! Entonces, entonces tu sonoro cascabel -igualmente fluffy, a pesar de su sonajerismo encantador- me habría llamado mucho antes.

Lindo, lindo conejito de peluche. ¡Lindos conejitos de peluche, todos juntos, alineados, esperando ser comprados! Rodeados por pequeños chocolates conejiles, a su vez. Qué maravilla de invención chocolatera suiza, ¡sólo los suizos pueden inventar tal atrevimiento mercantil! Si fuera a Suiza me compraría un reloj de cuco, miles de conejos de chocolate y una muñequera banderísticamente adornada.

Blandos, blandísimos conejos de peluche con su etiqueta suiza. ¿Por qué me produce tanta emoción verlos a todos desde lejos, sentados, con sus preciosas plush ijadas dormidas, ojillos casi centelleantes, naricillas diminutas? ¡Orejas, orejas conejiles! ¡Floppy, floppy ears! ¿Cómo un solo animal puede reunir tantos adjetivos con efe? ¡Maravillosa casualidad! Todos juntos superando a Miffy, en attendant como si de muertos animales carreterienses se tratasen. Pero, ¡tan monos! Fluffy, floppy, furry, ¡flippy incluso, si son zarandeados!
Estrecharte quiero, HoneyBunny Lindt&Sprüngliero. Tirarte al suelo, acariciarte, reirme contigo de todos aquellos que no pueden disfrutarte.

Pero no sólo eso: comerme tus entrañas de chocolate, pues de pequeños huevos de pascua dice tu etiqueta de autenticidad que estás relleno. Pequeños conejos preñados de suave chocolate suizo. ¿Qué más se puede pedir en un peluche?

Me hace falta un peluche preñado. ¡Me hace falta!



La próxima vez no escribiré sobre chocolates, tal vez toque dulce de leche o helados variados.
¡Mancillando el honor de los conejos preñados, habrase visto! ¡Castigo merece usted, señora vituperadora!

El día menos pensado un ejército de conejos encascabelados te atacará de camino al trabajo, y a nadie podrás contárselo.

-Que llego tarde y con estas pintas porque me han atacado ochenta conejos de peluche.
-Pero que me cuentas, por favor, mejores excusas he oído... peluches, claro.
-Es que estaban embarazados.
-¿Cómo? ¿Conejos embarazados?
-Si, preñados todos, vamos, pero de chocolate.
-Mira... tómate el día libre. Bueno, mejor vete a casa y ya te llamaremos cuando se te necesite... (será loca la tía esta, medio en bolas y dice que han sido conejos, la guarra).

Yo aviso, aviso.  


Publicar un comentario
Powered for Blogger by Blogger Templates