jueves, junio 23, 2005

¡Me prometiste que vendrías!


Bueno, bueno, bueno. Bueno.
No sé si habréis visto un anuncio en el que unos ingenuos padres le tartamudean a su niño, ya no tan niño -hoy en día diez años son muchos-, cómo la santa criatura ha sido concebida. Con el cuento de la semillita le vienen al macho pajeril que harto estará de escuchar eufemismos y tonterías varias. No sé yo de dónde habrán sacado a esos padres tan gilipollas que al comedor de hostias sagradas canjeables por regalos le intentan meter el cuento de la jardinería. Mira que yo soy de una generación más antigua, pero fábulas de agricultura intensiva no recuerdo ni una. Pena me dan los pobres papis que durante días deben haber estado preparando el muestrario de semillas.

¿A alguien le intentaron sorber el cerebro con historias de plantas?

¿Cuándo se darán cuenta los padres de los anuncios y las series de que necesitan una mayor dosis de realidad? Esos padres tan enrollados que abrazan a su hijo tras haber quemado la casa ("Lo importante es que tú estés bien, pirómano nuestro") y que apoyan cualquier decisión estúpida que los churumbeles tomen ("Si quieres enrolarte en un circo, bravo por tu decisión, saltimbanqui mío") son demasiado para mí.
Mis padres rara vez aparecieron por las reuniones colegiales -de eventos deportivos ni hablar-, y bien orgullosa que me siento de ello. El suicidio podría haber sido repentino si alguno de mis progenitores se hubiera puesto a hornear galletas de mantequilla para repartir en las reuniones de patéticos padres delegados.
Mis padres no me habrían dejado entrar en el circo. Y de esto estoy segura: si quemo la casa me quedo sin piernas.

Yo siempre quise tener un padre al que echarle en cara no haber ido al partido de béisbol. Pero admitámoslo: no se me dan bien los deportes, y a mi padre le importa una mierda.



¡CARACOLES!

Yo, confieso, tengo un padre que pasa siento por siento de lo que haga o deje de hacer siempre y cuando no interfiera ni en su vida, ni en su cartera ni en su tiempo pero que, a la vez y pa compensar, tengo una señora madre que joder la tía comosaburre.
Era de esas que llevaba galletas de mantequilla, sí. Y bizcochos a las reuniones, y hacía bocatas de nocilla para todos los críos salientes del cole que fueran a menos de un metro de mi menda pegaos...
Y ahora igual no hace tanto pastel (bueno, sí, para que me lo lleve al trabajo pero allí digo que lo he hecho yo y quedo como la reinalarepostería :P) pero sigue con la vena defensoradelasnarices y la protección.
Doña condón la voy a llamar a partir de hoy!

Y estoy contigo. Ni Circos ni Piromanías varias en post de mantener unas piernas que, aunque no sean bonitas, son de un práctico del copón.

AMén!

Y un saluuuuudoooo!  


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